La gestión de riesgos como estrategia

La gestión de riesgos ha dejado de ser una función periférica para adquirir identidad propia. Aparece cada vez más conectada al core business y está completamente integrada en la estrategia. Se diría incluso que es la única estrategia posible en la era del cambio constante.

Históricamente, la gestión de riesgos ha estado muy enfocada al cumplimiento normativo y al reporte financiero. Predominaba la cultura de evitarlos, más que de gestionarlos. Hoy eso es imposible en un mundo en el que los cambios se suceden de forma vertiginosa.

Surgen nuevas tecnologías disruptivas. Nuevos modelos de negocios. Cambian los hábitos de los consumidores. Aparece la digitalización de las cosas (Internet of Things). Stakeholders cada vez más exigentes. Se borran las fronteras entre geografías y sectores. La geopolítica adquiere gran volatilidad.

Todo ello hace que proliferen nuevos y complejos riesgos cada vez más dinámicos, que no vienen solos, que cada día están más interrelacionados y se contagian con gran rapidez, generando un complejo efecto cascada que se sabe dónde empieza pero no dónde acaba.

El efecto contagio de los riesgos
Los riesgos están interelacionados y la explosión de uno puede generar un efecto en cascada
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En este contexto de cambio constante, en el que con frecuencia los árboles impiden ver el bosque, es en el que la gestión de riesgos emerge como una palanca crítica en la estrategia y hasta en la supervivencia de cualquier organización.

Hoy se impone una gestión más eficiente y efectiva de los riesgos que en el pasado. Debe estar supervisada por el consejo de administración y conectada al core business. La función de gestión de riesgos necesita digitalizarse, apalancarse en las nuevas tecnologías, que generan nuevos riesgos pero también increíbles posibilidades que abren la puerta a nuevos análisis y metodologías.

La figura del Chief Risk Officer y la implicación directa del consejo reflejan la creciente relevancia de la función de gestión de riesgos en la empresa

Los nuevos tiempos requieren nuevas soluciones. 

Los métodos tradicionales de medición y control de riesgos no son suficientes para poder anticiparse. Miran al  pasado. Pero los riesgos son imprevisibles y cada día más complejos y devastadores. Para gestionarlos, es imprescindible conocer las fuerzas visibles e invisibles que los mueven; las variables que inciden en ellos; el grado de interrelación real o potencial y la velocidad a la que se propagan.

Todo ello exige llevar a cabo una gestión de riesgos no fragmentada como en el pasado, sino consolidada y agregada, lo más granulada y segmentada posible, de todos los riesgos que afectan o pueden afectar al negocio. Y eso solo es posible con la digitalización de la función de riesgos.