La singularidad del riesgo reputacional
Para gestionarlo es clave entenderlo como un riesgo más y calibrar su impacto financiero. Su similitud con los riesgos operacionales permite aplicar con éxito la metodología de éste ya contrastada, aunque hay que tener en cuenta también sus diferencias.
Las compañías deben revisar su marco de actuación e informes de seguimiento sin perder de vista que el riesgo reputacional puede variar en el tiempo, de la misma forma que varían las percepciones y expectativas de los grupos de interés. Hay prácticas que hoy pueden no presentar problemas y que dentro de unos años generen un impacto muy elevado.
La clave para aplicar una buena gestión es identificar primero y acotar después un mapa de eventos de riesgo reputacional que, además, deben estar jerarquizados por impacto y frecuencia. Para ello, resulta útil incorporar tanto la perspectiva interna –atributos o valores que la organización quiere preservar, conductas previstas, prácticas comerciales, transparencia…- como la externa –percepción de los diferentes stakeholders, sensibilidad social… –.
Con una medición periódica –que debe reforzarse con sistemas de monitorización en tiempo real– del desempeño de la compañía y del estado de la confianza y la sensibilidad social, las organizaciones podrán tomar decisiones para actuar sobre el comportamiento corporativo o sobre la relación con los grupos de interés, lo que ayudará a prevenir la probabilidad de que la reputación sufra un daño o reducir su intensidad, en caso de que este daño tenga lugar.
En el informe completo detallamos la hoja de ruta y las 10 claves para una buena gestión del riesgo reputacional.