Si hay algo que iguala una parte del terreno de juego donde compiten grandes multinacionales y pequeñas y medianas empresas, es la transformación digital. A través de ella, pequeñas empresas muy especializadas en algún elemento de la cadena de valor de su sector pueden alcanzar una inmediata difusión internacional de sus productos, y todas las empresas pueden innovar creando nuevos modelos de negocio que van a desintermediar las cadenas de valor de otros sectores.
Ya no solo significa que por fin sea una realidad el poder acceder como consumidores a través de internet a productos y servicios procedentes de cualquier parte del mundo, desde casa o desde el trabajo con un par de “clicks”. Incluso con todo lo que ello implica a nivel operativo, en el mundo digital esto ya es “pasado”.
La realidad es que prácticamente todas las empresas estarán inmersas en un proceso intenso de transformación digital durante los próximos 3-5 años, que después se mantendrá de una forma más racional y permanente.
Cuando los elementos digitales emergentes quiebran tu mercado, la pregunta que surge es si se puede competir con las mismas reglas, y una de las mayores incógnitas para los nuevos modelos de negocio digitales son los impuestos.
Cloud, Social Media, Mobility, Analytics, Internet of Things y otros elementos emergentes van a ser “pervasivos” en la economía del día a día, cambiando la forma de generar el valor y rompiendo moldes de forma brusca en todos los tramos de las cadenas de valor tradicionales de casi todos los sectores; y todavía no ha habido reflexiones suficientemente profundas y a la vez prácticas sobre cómo enfocar esta realidad para que la carga fiscal no suponga una barrera para la innovación sin menoscabar la capacidad de los Estados de tener su parte “justa” del valor económico creado.
En este nuevo entorno de digitalización “pervasiva”, será cada vez más difícil medir las balanzas internacionales de pago y el “GDP real” de los países. Sin métricas es difícil tomar decisiones, ni de políticas a nivel estado o bloques económicos, ni de gestión en las grandes multinacionales de sectores clave (Industrial, Telco, Banca…).
La OECD y Bruselas han avanzado algo con el proyecto BEPS y las nuevas medidas relativas al IVA y aduanas, pero el movimiento es aún lento y genera un altísimo nivel de incertidumbre porque no hay un campo de juego claro ni uniforme.
Si las compañías de coches, telecomunicaciones y seguros están trabajando conjunta e intensamente en incentivar regulaciones que permitan nuevos modelos de negocio para el “connected car” (control telemático permanente, monitorización, y primas de seguro más bajas y personalizadas para su cliente, etc.,), pero no se incorpora la parte fiscal al análisis de las dinámicas digitales con impacto económico que pasarán a través de esos modelos de forma masiva, tenemos que ajustar el prisma y asegurar que vamos todos a la misma velocidad.
Pongámonos todos al mismo nivel de innovación, y centremos el foco en la innovación regulatoria fiscal de los nuevos modelos de negocio de forma internacionalmente coordinada.
Que no enfoquemos a tiempo la materia fiscal en el estadio actual de transformación digital de la economía a nivel global podría dar lugar a un riesgo sistémico en un plazo más corto del que imaginamos.
¿Quién tomará el liderazgo?…
Ignacio Longarte es Socio del área de fiscalidad internacional y precios de transferencia de KPMG Abogados.
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